viernes, 10 de mayo de 2013


¿En qué condiciones se inventó el hombre esos juicios de valor que son las palabras bueno y malvado?,
¿Y qué valor tienen ellos mismos?
¿Han frenado o han estimulado hasta ahora el desarrollo humano?
¿Son un signo de indigencia, de empobrecimiento, de degeneración de la vida?
¿O, por el contrario, en ellos se manifiestan la plenitud, la fuerza, la voluntad de la vida, su valor, su confianza, su futuro?


Toda sociedad y todo individuo tienen siempre presente una jerarquía de bienes, por la cual deciden sus actos y juzgan los ajenos.
Sin embargo esta escala de medida está cambiando continuamente; se llama malos a muchos actos que sólo son estúpidos porque el nivel de inteligencia de quién decidió realizarlos era muy bajo.
Más aún, en cierto sentido, todos los actos son todavía hoy estúpidos, porque será sin duda superado el nivel más elevado que ha podido alcanzar la inteligencia humana: cuando entonces se mire hacia atrás, todos nuestros actos y juicios resultarán tan limitados e irreflexivos como nos parecen hoy los de los pueblos salvajes y atrasados.

Poesía


Ese otro que también me habita,
acaso propietario, invasor quizás 
o exiliado en este cuerpo ajeno o de ambos,
ese otro a quien temo e ignoro, felino o ángel,
ese otro que está solo siempre que estoy solo, ave 
o demonio,
esa sombra de piedra que ha crecido 
en mi adentro y en mi afuera,
eco o palabra, esa voz que responde 
cuando me preguntan algo,
el dueño de mi embrollo, el pesimista 
y el melancólico y el inmotivadamente alegre,
ese otro, también te ama.

DARIO JARAMILLO AGUDELO

Poesía Visual II